Qué es el turbo y cómo cuidar bien un motor con turbo
Cada vez hay más vehículos con turbo, un invento genial que aporta potencia a motores pequeños. Pero es una pieza delicada que debes cuidar en dos momentos clave de la conducción. La razón principal es que un problema en el turbo puede ser muy costoso, ya que esta pieza cuesta, en torno a los mil euros (hay distintos precios en función de los modelos). No sólo eso, sino que en algunos vehículos es complicado de sustituir, por lo que la factura de mano de obra en el taller aumenta.
¿Qué es el turbo? Se puede equiparar a esos molinillos de juguete que giran cuando los soplas. Si se colocan dos molinillos en un mismo eje, de manera que si uno gira, el otro también lo hace, tienes un turbo. Los gases que salen por el tubo de escape se llevan hasta ese molinillo, que gira. El otro gira al mismo tiempo, soplando los gases que van a entrar en el motor y cuanto más aire entra en el motor, más corre. Recurriendo a un símil que me contaron en un concesionario, “es más o menos como si, cuando estás sofocado subiendo una escalera, y te dan un impulso de aire con un fuelle, pues subes más rápido”.
Cuando el turbo empieza a funcionar, da una especie de empujón, el par, debido al aumento de presión en su interior (en los coches convencionales entre 0,2 y 1 bar). A esto añade que puede alcanzar 750 grados de temperatura y que gira a 100.000 revoluciones por minuto. Calor, presión y rapidez. La fórmula perfecta para una avería. Por eso conviene tener en cuenta dos momentos clave para cuidarlo:
Al arrancar el coche con motores equipados con turbo (la mayoría de los coches diesel y cada vez más vehículos gasolina) es más importante, dejarlo simplemente al ralentí mientras te acomodas y te colocas el cinturón de seguridad, para que el turbo se lubrique bien. Al iniciar la marcha, sobre todo en invierno, no subas mucho de revoluciones el coche con el motor en frío (menos de 80- 90ºC). Mientras tu coche con turbo no coja esa temperatura, no lo fuerces si no quieres que te dure más de cuatro años. Al aceite no le gustan mucho esos cambios bruscos de temperatura, ya que puede cristalizarse. Así que si no puedes dejar el coche al ralentí un rato, al menos circula tranquilo un rato.
Al parar el coche cuando llegas a tu destino, ocurre algo parecido. Si tu coche tiene turbo, es importante que dejes el motor al ralentí un par de minutos. Así, el turbo se enfría y se lubrica bien, además de que la propia turbina baje de revoluciones. Si no lo haces, a largo plazo, podrías dañar el turbo. Esto es todavía más importante si has conducido de manera agresiva, pegando acelerones. Si el turbo funciona a altas revoluciones, se calienta. Cuenta con rodamientos para poder girar a esas velocidades tan altas, que se lubrican con el propio aceite del motor. Por eso si, con el turbo muy caliente, apagas el motor de golpe, seguirá girando por la propia inercia pero sin lubricante, por lo que sufrirá rozamientos y te durará menos.
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